miércoles, 19 de marzo de 2014

RITUAL DEL PEYOTE.

"Para los tarahumaras el peyote era el hikuli, el ser espiritual sentado al lado del Padre Sol. Era una planta tan potente que portaba cuatro caras, percibía la vida en siete dimensiones, y a la que nunca se podía permitir reposar en el hogar de los vivos. Para recoger el hikuli los tarahumaras viajaban lejos, hacia el sureste, más allá de las estribaciones de la sierra, en el desierto. Allí encontraban la planta al escuchar su canción. El hikuli nunca deja de cantar, incluso después de ser recolectado. Un hombre le contó a Lumholtz que al volver al desierto había tratado de usar como almohada su bolsa de hikuli. Su canto era tan alo que no podría dormir. Ya seguros en casa, los tarahumaras extendían el hikuli en mantas que luego pringaban por encima con sangre, para luego guardar con cuidado las plantas secas hasta que las mujeres estuvieran prontas a molerlas en un metate hasta convertirlas en un espeso líquido ocre. Se hacía una gran hoguera, con leños orientados hacia el este y el oeste. Sentado al oeste del fuego, un chamán trazaba un círculo en la tierra dentro del cual dibujaba el símbolo del mundo. Colocaba en la cruz un botón del peyote y lo tapaba con una calabaza invertida que amplificaba la música y placía al espíritu de la planta. El chamán lucía un tocado de plumas, que le infundía la sabiduría de los pájaros y evitaba que los vientos malignos entraran en el círculo de fuego. Después de las porciones el peyote pasaban de mano en mano y hombres y mujeres envueltos en telas blancas y descalzos empezaban una danza que duraba hasta el amanecer. Luego, a la primera señal del sol, el chamán y su gente se paraban hacia el este y se despedían con los brazos del hikuli, el espíritu que había descendido llevado por las alas de palomas verdes, para partir luego en compañía de una lechuza.

GOBIERNO.

Los tarahumaras tienen un espíritu democrático, y en ninguno de los actos de su vida se pone de manifiesto tan elocuentemente como en la elección de su gobierno tribal. Consta éste de un gobernador o “Siríame”, quien es el jefe del grupo; un mayor, especie de juez civil; y varios policías, que son los mandaderos, los que hacen cumplir las disposiciones del gobernador. Son raros los casos en que ellos no resuelven sus problemas en sus concilios dominicales, por lo que las autoridades estatales y federales sólo vienen a ser figuras míticas en la mayoría de las ocasiones.
El Gobernador o Siríame, frecuentemente el más viejo y experimentado de la comarca, cuya actividad más importante es ofrecer a la comunidad, generalmente congregada los domingos, nawésari o sermón en el que se ventilan los problemas de la colectividad. El Gobernador es auxiliado a veces por un segundo gobernador, un capitán, un teniente, un fiscal y varios soldados.
Sin embargo, la comunidad en asamblea es la autoridad suprema; ella elige y dispone a sus autoridades, desde el Siríame que preside las reuniones, dirige el sermón, conduce las ceremonias  religiosas, concierta partidos deportivos, juzga los delitos7 cometidos.
Todos los miembros de la comunidad asisten a las tesgüiñadas, desde el alcalde, el teniente, el capitán, el mayor y el fiscal hasta las más humildes gusíwame.
El gobernador, quien es electo de por vida generalmente ejerce su cargo durante 5 o 10 años; la votación se hace por aprobación unánime, en voz alta. Nombrados los distintos candidatos por el gobernador saliente, el que obtiene mayor vocerío es declarado su sucesor, y en él queda depositada la autoridad civil y religiosa. Esta autoridad la personifica el disora o bastón, acompañante inseparable que, ya lo clave en el suelo o lo recargue en una cruz, es obedecido sin protestas por todos. Sin embargo, hasta hoy ningún Siríame ha logrado tener control de todo el conglomerado tarahumara. Cada "pueblo" tiene su gobernador y las demás autoridades indígenas, pero su influencia política rara vez trasciende los límites de su comunidad.
Los guías espirituales los doctores son los owirúames. Aunque existen también los Sokoruames que se encargan de hacer el mal. Al hombre blanco o mestizo le denominan chabochi, al cual rehuyen argumentando que engaña, roba, acumula, despoja, invade sus tierras, es ventajoso, destruye el bosque, no comparte ni es justo, todos ellos grandes valores que los rarámuris llevan hasta sus últimas consecuencias.


martes, 18 de marzo de 2014

VIVIENDA.


Sus chozas de troncos de árbol, trabadas horizontalmente, salpican las laderas de las montañas a los lados de los arroyos y en las altas mesetas. La parte superior se deja abierta en un lado para que salga el humo del fuego que constantemente arde en la pieza de piso de tierra aplanada. El techo es de tabletas o de troncos acanalados. En sus habitaciones, las mismas desde tiempos precolombinos, no se acostumbran las sillas,las mesas y camas .   

ESTRUCTURA FAMILIAR.

Los habitantes, mestizos  e indigenas de la comunidad tarahumara conviven en un medio social que no favorece a los rarámuri, debido al despojo de casas y hogares amenazados. Esta situación adquiere dimensiones adicionales por la carencia de una adecuada infraestructura para los servicios de salud y educación, en la proliferación de enfermedades y desnutrición infantil, en las muy limitadas alternativas para fortalecer la economía doméstica, en la escasa disponibilidad de electricidad, agua potable, y vías de comunicación, que se agravan con frecuencia por el impacto de los caprichos del clima y las prolongadas sequías.



El padre utiliza un término diferente para referirse a su hijo (Nolá) y su hija (Malá), pero la madre emplea un mismo nombre para todos sus hijos (Ránala). Por su parte, aunque tanto los hijos como las hijas tienen un término diferente para designar al padre, ambos usan el mismo para la madre. (Bennett y Zing) En el idioma rarámuri se usa la palabra Teweke para referirse a la niña y Towí para el niño.
A los hijos nunca les regañan, y desde muy pequeños les dejan la responsabilidad del cuidado de algunos animales o tierras y sobre todo de decidir por ellos mismos.
La joven tarahumara nunca expone su cuerpo después de los 6 años de edad; aún casada, no se quita la ropa frente al marido e incluso hace el amor vestida. La reserva frente a las experiencias sexuales se rompe en las “tesgüinadas”, donde el joven puede entablar comunicación y contacto con la chica y es una forma aceptada de iniciación libre.
En la vejez, el tarahumara vive en una casa separada, a donde sus hijos le llevan presentes de comida y ropa; cuando muere, se le incinera en alguna cueva o en un cementerio (si es que está bautizado) y se hacen complicadas ceremonias para que su alma viaje sin tropiezo.
En la filosofía rarámuri es primordial el respeto a la persona, por lo que los visitantes o turistas deberán también ser respetuosos con ellos y sus tradiciones, como ellos lo son con toda la gente. Valoran más a las personas que a las cosas.

INDIGENAS DE LA SIERRA TARAHUMARA (RARAMURI).

Denominación

Tarahumara también es como se conoce en castellano a la lengua de este pueblo. La denominación "tarahumara" es la castellanización de la citada palabra rarámuri, que debe pronunciarse con una r suave al principio, inexistente ya que en este último caso se deformaría la pronunciación original, sin r fuerte. Según el historiador Luis Alberto González Rodríguez, rarámuri etimológicamente significa "pie corredor" y en un sentido más amplio quiere decir 'los de los pies ligeros', haciendo alusión a la más antigua tradición de ellos: correr.

lunes, 10 de marzo de 2014